Editorial
Por Luis Arias

 



Se nos ocurrió, lo confesaremos ya mismo, comenzar nuestra editorial estableciendo una especie de contrato pedagógico. Lo desechamos, desde luego, para que no se creyera que se trataba de una broma. Pero ¿qué es la editorial del primer número sino un contrato con los lectores?
En resumidas cuentas, estamos presentando una revista dedicada a temas de docencia y cultura. Diremos (como se dice en todas las editoriales de revistas de este género), que tenemos fondos escasísimos pero que prometemos dar continuidad a nuestras apariciones.
Los lectores se preguntarán muchas cosas: en primer lugar, si esta revista no será aburridísima, si efectivamente saldrá las veces que sus editores lo prometen; se preguntarán por qué otra revista de educación y cultura. Por si se preguntan también quiénes somos, vamos a empezar por ahí.
Aunque no pueda figurar como Editor Responsable porque se necesita un solo nombre, los responsables últimos y primeros somos los profesores del Instituto de Formación Docente de El Bolsón.
Muchas veces, a lo largo de estos años nos hemos lamentado y hemos escuchado a muchos otros lamentarse por las distancias patagónicas, el aislamiento, la falta de contacto con el "mundo exterior" y cosas por el estilo. Entonces fue cuando decidimos constituirnos en mundo exterior y decir lo que tengamos que decir. O casi todo lo que en una revista de educación se puede decir.


Una revista para escribir


Pero para que no siga pasando aquello de que los espacios se cierran y que no hay oportunidades para todos, exigimos, escuchen bien, exigimos a nuestros lectores que esta revista sea ocupada por ellos. Y que sea ocupada no solamente por la lectura de lo que escribamos y publiquemos, (que esperamos que así sea), sino ocupada por los escritos de todos. Dejad, lectores, vuestras cómodas poltronas ociosas, coged la pluma o la computadora y ¡escribid! que nosotros publicaremos. Sabemos de la larga tradición de fiaca y molicie de nuestros compatriotas y colegas que hace que se pierdan valiosas experiencias docentes, anécdotas, recetas de cocina, y toda una serie de cosas interesantes para acompañar el paso del largo invierno sureño.


Seamos justos


En realidad, para los tiempos que corren, bien mirada la cosa, las distancias y el aislacionismo del que tanto nos quejamos juegan a nuestro favor. ¿Acaso viniendo a vivir a nuestro mítico sur no hemos cumplido con el "feliz de aquel que sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido"?
Por eso la invocación a la justicia: estar aislados, en el crecientemente integrado mundo de hoy ¿no es acaso una especie de bendición? ¿No nos depara nuestro equidistante punto de mira una perspectiva panorámica del siglo? Por lo menos en el valle de la cuenca del Puelo, donde se escriben estas líneas, conviven las "personal computers" con la recolección de hongos. La reconversión docente realizada con fondos del Banco Mundial se lleva a cabo al abrigo de un romántico fuego de leña. Y no faltará quien deje de navegar por Internet para regar sus buenas hortalizas.
Y este amplísimo espectro de acontecimientos culturales que abarcan desde la recolección (como antes de la revolución neolítica) hasta el estupor por el microchip (posterior a la tercera ola) disuelven en nosotros el tiempo histórico y nos llevan -tampoco queremos exagerar mucho- hacia el tiempo cuasi mítico de la reflexión.
Desde luego, nos convoca inmediatamente la escuela, la educación y su sempiterna crisis, pero nos interrogamos casi secretamente por el destino del hombre, y algo tenemos para decir desde el apartamiento a que nos condenan la geografía por una parte y nuestra decisión de seguir viviendo por aquí, en el sur.