Se nos ocurrió, lo confesaremos
ya mismo, comenzar nuestra editorial estableciendo una especie de contrato
pedagógico. Lo desechamos, desde luego, para que no se creyera
que se trataba de una broma. Pero ¿qué es la editorial
del primer número sino un contrato con los lectores?
En resumidas cuentas, estamos presentando una revista dedicada a temas
de docencia y cultura. Diremos (como se dice en todas las editoriales
de revistas de este género), que tenemos fondos escasísimos
pero que prometemos dar continuidad a nuestras apariciones.
Los lectores se preguntarán muchas cosas: en primer lugar, si
esta revista no será aburridísima, si efectivamente saldrá
las veces que sus editores lo prometen; se preguntarán por qué
otra revista de educación y cultura. Por si se preguntan también
quiénes somos, vamos a empezar por ahí.
Aunque no pueda figurar como Editor Responsable porque se necesita un
solo nombre, los responsables últimos y primeros somos los profesores
del Instituto de Formación Docente de El Bolsón.
Muchas veces, a lo largo de estos años nos hemos lamentado y
hemos escuchado a muchos otros lamentarse por las distancias patagónicas,
el aislamiento, la falta de contacto con el "mundo exterior"
y cosas por el estilo. Entonces fue cuando decidimos constituirnos en
mundo exterior y decir lo que tengamos que decir. O casi todo lo que
en una revista de educación se puede decir.
Una revista para escribir
Pero para que no siga pasando aquello de que los espacios se cierran
y que no hay oportunidades para todos, exigimos, escuchen bien, exigimos
a nuestros lectores que esta revista sea ocupada por ellos. Y que sea
ocupada no solamente por la lectura de lo que escribamos y publiquemos,
(que esperamos que así sea), sino ocupada por los escritos de
todos. Dejad, lectores, vuestras cómodas poltronas ociosas, coged
la pluma o la computadora y ¡escribid! que nosotros publicaremos.
Sabemos de la larga tradición de fiaca y molicie de nuestros
compatriotas y colegas que hace que se pierdan valiosas experiencias
docentes, anécdotas, recetas de cocina, y toda una serie de cosas
interesantes para acompañar el paso del largo invierno sureño.
Seamos justos
En realidad, para los tiempos que corren, bien mirada la cosa, las distancias
y el aislacionismo del que tanto nos quejamos juegan a nuestro favor.
¿Acaso viniendo a vivir a nuestro mítico sur no hemos
cumplido con el "feliz de aquel que sigue la escondida senda por
donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido"?
Por eso la invocación a la justicia: estar aislados, en el crecientemente
integrado mundo de hoy ¿no es acaso una especie de bendición?
¿No nos depara nuestro equidistante punto de mira una perspectiva
panorámica del siglo? Por lo menos en el valle de la cuenca del
Puelo, donde se escriben estas líneas, conviven las "personal
computers" con la recolección de hongos. La reconversión
docente realizada con fondos del Banco Mundial se lleva a cabo al abrigo
de un romántico fuego de leña. Y no faltará quien
deje de navegar por Internet para regar sus buenas hortalizas.
Y este amplísimo espectro de acontecimientos culturales que abarcan
desde la recolección (como antes de la revolución neolítica)
hasta el estupor por el microchip (posterior a la tercera ola) disuelven
en nosotros el tiempo histórico y nos llevan -tampoco queremos
exagerar mucho- hacia el tiempo cuasi mítico de la reflexión.
Desde luego, nos convoca inmediatamente la escuela, la educación
y su sempiterna crisis, pero nos interrogamos casi secretamente por
el destino del hombre, y algo tenemos para decir desde el apartamiento
a que nos condenan la geografía por una parte y nuestra decisión
de seguir viviendo por aquí, en el sur.