Revisando la educación
desde los bosques andino-patagónicos

“Iba divagando de esta manera, cuando llegó al bosque: parecía frío y muy sombrío. «Bueno, en todo caso es un gran alivio», se dijo al internarse bajo los árboles, «después de pasar tanto calor, entrar en el… en el… ¿en el qué?», prosiguió, bastante sorprendida, al ver que no conseguía dar con la palabra. «O sea, internarme bajo los… bajo los… ¡bajo los éstos!» dijo, poniendo la mano sobre el tronco de un árbol. «¿Cómo se llaman? Me parece que no tienen nombre… ¡Vaya, por supuesto que no lo tienen!».”
Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas



Al iniciar la editorial, las palabras adecuadas no aparecían. ¿Cómo presentar una serie de artículos que tratan de disciplinas y problemáticas diversas? ¿Cómo hablar de lo que significa para un Instituto de Formación Docente estatal y rionegrino sostener un proyecto como Papel Picado? ¿Cómo expresar lo que implica hacer una revista educativa en un momento como éste? Pues por qué no intentar hacerlo como si se tratara de un recorrido en el bosque…

La primera reacción del visitante podría ser aquella a la que alude Alicia: la de frescor. Sin dudas, algo de esto subyace como intención en nuestra publicación. Si fuera posible, a través de los escritos que a continuación presentamos deseamos brindar cierto aire fresco a nuestras reflexiones acerca del hecho educativo, tomado éste en toda su densidad de sentidos, en toda su complejidad… Sin embargo, puesto que venimos de las fatigas del día, los temas que se tratan podrían parecernos oscuros y distantes. Podría ocurrírsenos pensar – como ante un bosque denso y antiguo – que tal vez no valga la pena entrar allí, para qué correr el riesgo de encontrarnos con unos textos sombríos y difícilmente penetrables. No obstante, si insistimos, seguramente alcanzaremos, al menos en algunas ocasiones, ciertos claros en el bosque, y ciertas copas de los árboles desde las cuales contemplar el paisaje con mayor amplitud, desde una perspectiva que nos renueve como docentes. Por cierto, ésa es nuestra intención al publicar otro número de Papel Picado.

El caminante que se interna en el bosque intuye que éste es el camino necesario para encontrar ciertos frutos y acortar ciertas rutas. El bosque, y así deseamos de nuestra revista, es un lugar que sirve como refugio y lugar de sosiego; es un recorrido necesario para acortar las distancias entre las escuelas, sus alumnos y docentes, y nuestro Instituto. Por otra parte, a diferencia de la lectura de un libro (que se concentra en un tema troncal), la lectura de una revista implica normalmente no detenerse en una única cuestión (en un único árbol), sino recorrer un bosque rico en variedades forestales, atractivo por la diversidad de los asuntos que trata. Éstos, en apariencia, no comparten mucho en común: acaso el aire que toman de la atmósfera pedagógica; sin dudas, las sales y minerales del suelo institucional en que se nutren.

En este número, a través de tres artículos hemos de conocer el follaje y los frutos de proyectos en que ha venido o viene participando nuestro Instituto con otras instituciones educativas de El Bolsón. El primero de ellos nos introduce en el Proyecto “CEMatE” y la experiencia de elaboración de materiales educativos, tanto en instituciones de nivel primario como en un jardín maternal de nuestra localidad. El segundo trabajo nos da a conocer el Proyecto “Contextos de fracaso escolar: un desafío a la formación de maestros”, que se encuentra dirigido a escuelas primarias, tanto urbanas como rurales. Finalmente, en la tercera nota se nos comenta la marcha del Proyecto “El Observatorio Astronómico Escolar”, que vincula a nuestra Institución con las escuelas de nivel medio. En suma, leer estos artículos es enterarse de parte de lo que se está haciendo en algunas de nuestras escuelas; introducirse en ellos es saber algo más de la flora que enriquece nuestra educación.

Pero recordemos que la flora del bosque no está hecha sólo de árboles; además hay en él diversidad de arbustos y helechos. Éstos logran sobrevivir y extender sus raíces más allá de lo que los ojos nos muestran. Así, en otros tres artículos se nos invita a reflexionar sobre diferentes cuestiones del quehacer educativo. El primero de ellos constituye la segunda parte de uno ya publicado en el número anterior de Papel Picado y trata acerca de la relación entre la escuela y la transmisión cultural. En el siguiente, se nos brinda el relato de una experiencia llevada a cabo a partir del Cálculo Mental. Por último, se nos introduce en el campo de las concepciones alternativas en la enseñanza de las Ciencias Naturales. La lectura de estas notas, de corte pedagógico-didáctico, nos invita a revisar nuestras prácticas y a seguir reflexionando sobre cómo enseñar. El recorrer las cuestiones que en ellos se abordan nos serviría entonces como fuente, como un arroyo claro en donde refrescarnos y continuar nuestra tarea educativa.

Podríamos decir todavía que el bosque no se limita a árboles, arbustos y helechos: en él también se encuentran líquenes y hongos… Sin entrar en demasiado detalle, es obvio que la vida del bosque requiere también de ellos. Tal vez es por ello que en esta revista a su vez hay un artículo en el que se toca, desde otro ángulo, el campo educativo. En este caso, se nos llama a considerar el valor de la escritura como promotora del pensamiento.

Hasta aquí, una presentación sumaria de la revista y sus contenidos. Sin embargo, se ha hablado de la flora, pero no de su fauna. Si de la fauna se trata, habrá que decir que los autores en esta oportunidad son, en su mayor parte, docentes del I.F.D.C. de El Bolsón, pero que participan, además, cada uno de los otros profesores del Instituto y de quienes conformamos la Fundación Escuela Andino-Patagónica… Y, por supuesto, ustedes, los lectores, eventuales caminantes de este bosque, que a fin de cuentas son quienes terminarán de construir estos textos que hemos ido gestando y que aquí les presentamos. Porque – como dijera Freire – “[leer] exige paciencia y dedicación por parte de quienes lo consideran problemático. […] Estudiar no es consumir ideas, sino crearlas y recrearlas” (P. FREIRE, «El acto de estudiar»).